Sábado, 15 de Enero de 2011.
Muchos días y muchas noches habían pasado desde el viaje a Argentina. Muchos cambios en mi vida y un poco excusable semi-abandono del blog. Desde entonces, algún viaje local (Madrigal, Ávila, Salamanca, Soria,… jeje, abonado a Castilla y León) y alguno un poco más lejano pero sin dejar la península, como las vacaciones de verano por Portugal (Évora, Lisboa, Sintra, Belem, Cascais, Oeiras, Matra, Óbidos, Alcobaça, Fátima, …)
Así, una vez pasados los meses estivales y «los cristos» de Madrigal, me empezó a picar de nuevo el gusanillo de cruzar el charco. Se presentaba una buena oportunidad, ya que Sergio estaba en Ecuador (Ríobamba) con una beca de Naciones Unidas para preparar formadores de educación sexual y planificación familiar.
Antes de las navidades empecé a preparar en viaje, billetes, vacunas, etc. y el 15 de Enero… ¡a volar!
Por suerte, conocí a través de Alicia a Adrián antes de partir, cuya madre vive en Quito, lo que me vendría de perlas para hacer el viaje aún mejor. A cambio pude serles útil llevando fotos y otros objetos en mi equipaje hacia sudamérica.
El billete más económico hacía escala en Bogotá (Colombia) así que el viaje, con los dos vuelos, se hizo un poco largo. En el de Madrid-Bogotá coincidí con un chico colombiano (Pereira) que había estado viviendo los últimos años en Sevilla (era antipalangana, así que me cayó bien desde el principio) y volvía a su país a terminar unos estudios. Estuvimos hablando bastante rato y me contó cosas maravillosas de Colombia…luego vimos la película de «La Red Social», se ve mejor en el cine o en casa, pero al menos me gustó.
En la escala en Bogotá sufrí el caos en mis carnes, la desinformación y la deficiente organización en los mostradores de las distintas aerolíneas consigueron que me tomara casi tres horas hacer un enlace que no debería demorarse más de media, por suerte era una escala larga y conseguí conservar todo el equipaje (fotos, aceite, jamón,etc… todo incluído).
Al fin, cansado pero ansioso por empezar mi experiencia ecuatoriana llegué a Quito a la una de la mañana (las siete de la mañana hora española, sin dormir, se hace duro) donde me recibió Ceci, la madre de Adrián, para regalarme cama esa noche. Conocí a su hermano y a su pareja española con los que comparte casa. Todos me recibieron con los brazos abiertos en tierra extraña.