Martes, 3 de Noviembre de 2009.
Después de haber visto las cataratas por el ladro brasileño teníamos muchísimas ganas de disfrutar las vistas del lado argentino y es que prometía el paseo por las pasarelas y casi tocar el agua en la Cascada del Diablo.
Para adentrarnos en el Parque Natural tomamos un tren, en el cual se nos «adobó» un jubiletas que nos «deleitó» con sus desventuras en distintos viajes (no imaginábamos entonces que coincidiríamos con él varios días después en nuestras aventuras 😉 ).
Reitero lo dicho en el día anterior, las cataratas… hay que disfrutarlas allí, inenarrables. Para completar su disfrute nos montamos en lanchas neumáticas a motor y navegamos bajo las aguas de Los Tres Mosqueteros y otros saltos de agua… sencillamente una experiencia maravillosa.
En la vuelta, otra vez al tren, donde esta vez coincidimos con unos ecuatorianos (yo hubiera jurado que eran holandeses) muy majos que incluso no dudaron en ofrecernos su hospitalidad en un eventual viaje a su país. Con ellos compartimos también un minisafari en 4×4 en el que pudimos admirar la vegetación y fauna tan distinta a la de nuestra querida península ibérica.
A la vuelta, y una vez repuestas fuerzas en el hotel nos animamos, siguiendo consejo de nuestros amigos ecuatorianos, a adentrarnos en el pueblo para cenar. La verdad es que fue un éxito total ya que pudimos en el restaurante del Tío Querido saborear el surubí, un pescado de la zona exquisito, y regarlo con un vino argentino excelente mientras disfrutábamos de la actuación a la guitarra del «Velcros» y su colega. Como siempre, gran cena, gran vino, actuación… y todo baratísimo. Un placer.