Sábado, 31 de Octubre de 2009. Arancha, Víctor y yo nos citamos en Barajas un par de horas antes de la salida del vuelo para facturar, pasar aduanas y demás. Parece que por una vez, Titi va a ser puntual.
Vamos a partir a las 12 de la mañana para llegar a Buenos Aires a la hora de cenar, más de doce horas en el avión, se prevee un viaje duro. Así que desayunamos un poco de jamón, para despedirnos con buen sabor de boca de España.
En el vuelo tenemos algo de suerte, nos toca en el pasillo central donde hay cuatro butacas y nosotros ocupamos tres, la tele nos queda cerca por lo que en caso de que hubieran puesto buenas películas hubieramos podido disfrutarlas bien… que no es el caso (la vida de Coco Chanel, una de acción de Denzel Whashington y alguna tristeza más).
Lo malo del viaje es que pronto empieza a extenderse un horrible olor a pies, la pasajera de detrás, con pinta de escandinava tiene ese don y regala a medio pasaje el perfume, ¡qué viajecito!
Tras mucho padecer, y es que se hace muy muy largo el viaje de cruzar el charco, llegamos a Buenos Aires. Nos recibe el personal de la agencia de viajes y nos llevan rápido al Hotel Bohemia BsAs, en San Telmo (normalito tirando a bueno) donde apenas paramos para dejar las maletas y refrescarnos un poco. Tenemos una habitación separada en dos, con camas cómodas, un gran punto a su favor.
Salimos por «nuestro barrio» para buscar algo para cenar. El primer sitio con el que damos es una pizzería, pero no podemos comer nada ya que sólo sirven a domicilio. Al segundo intento tenemos más suerte, damos con un bar típico de la zona y podemos degustar nuestros primeros bocados argentinos, una picada y unos sandwiches.
Aunque son apenas las doce de la noche, para nuestro cuerpo que sufre el Jet-Lag son las cuatro de la mañana así que caemos rendidos pronto y soñamos con el viaje que nos espera…