Miércoles, 12 de Agosto de 2009. Mala noche, mal despertar y yo con malas pulgas… para rematar la que nos sirvió el desayundo café y tostada parecía que no había probado los All Bran en la vida. Por fortuna, todo lo malo se me quita solito después de la ducha y el desayuno, item más si hay un periódico en la mesa. Así que en seguida me puse otra vez de buen rollito 🙂
Nos depedimos, ya hasta Madrid, de Osquitar y Laury, y Víctor y yo abandonamos la costa por unas horas, para visitar un par de ciudades de esas que siempre se quedan «por ver».
Llegamos a Pamplona-Iruña a mediodía, con gran calor, no húmedo como en la costa pero incluso más castigador, después de una hora y media de coche por unos paisajes preciosos (Víctor, te quedas dormido en lo mejor).
Aparcamos en las cercanías de la la plaza de toros así que fue sencillo hacer a la inversa el recorrido de los mozos y toros en Sanfermines para, después, esta vez sí, hacerlo en el orden correcto ¡¡y corriendo!!, ante las extrañadas miradas de los viandantes.
Comimos de pintxos, que no tienen nada que envidiar a los de Donosti, al menos los de los bares de la Calle Estafeta y después de un paseo para hacer la bien la digestión volvimos a subir al coche.
Siguiente destino: Vitoria-Gasteiz (F). Paseamos por sus calles, observando el maravilloso mundo de las chanclas de dedo y visitamos el curioso refugio de gatos, entre otros puntos de interés. A destacar de la ciudad su Plaza de la Virgen Blanca y un par de sitios que nos apuntamos porque parecía poderse comer muy bien. Cuando hubimos cargado bien los gemelos (la cantidad de kilómetros que hemos hecho a pata), y ya con el cuerpo pidiéndonos volver a la Costa Cantábrica, pusimos rumbo a Castro Urdiales.
En Castro nos costó bastante encontrar sitio para dormir y es que, a pesar de la tan cacareadad crisis, los hoteles y hostales estan siempre completos, da igual la categoría o ubicación, esa es nuestra experiencia este año en varios sitios en este sentido. Finalmente dimos con una pensión que nos ofrecía cena, habitación sin ventanas, baños compartidos y desayuno por 45 euros… una ganga y, aunque estábamos ya un poco hartos del perroflautismo de camping, compartir baño y demás… no había mucho más donde elegir.
Cenamos relativamente bien y nos fuimos a dar una vuelta por el puerto y por la peña, iglesia, puente mediaval y demás conjunto histórico mientras Víctor me contaba la historia de Cayus Urdialus, en represalia a los pines que le había repartido yo con el dichoso casino, el aquario y demás en San Sebastián 🙂
Para cerrar la noche fuimos a tomar una copilla, que realmente fue un copazo, con su Ponche Caballero, su limón, su naranja, su cocacola light, y su medio giro con el agitador, así que Castro Urdiales (F+) gano un positivo gracias a esto… y a la camita a descansar.
Si estabas con malas pulgas fue porque nuestro hermano pequeño, nos despertó con sus carcajadas, ¡te voy a dar yo a tí Drácula!
Muuu bueno el día, sobre todo por el gran copazo al lado de Cayus, en mi vida me había tomado uno igual, mmmm